César Fernández Arias, pintor de la vida moderna

Muchos de quienes integramos la familia del arte y la cultura, el miércoles de la semana pasada lo recordaremos como un día aciago, pues nos desayunamos con la noticia de la repentina muerte, la víspera, a los 71 años, de César Fernández Arias, que en junio había obtenido el premio UNED de Artes Plásticas en su segunda convocatoria. Nacido en Caracas, donde sus abuelos se habían exiliado tras la Guerra Civil, llegó a la Península con sus padres en 1961.

En el Colegio Estudio fue condiscípulo del filólogo Pedro Álvarez de Miranda, que me cuenta que asistieron juntos a la escuela de arte para niños de Ramiro Ramos, y que fue ahí donde nuestro amigo descubrió su vocación. En Bellas Artes conocería a la escultora Almudena Armenta, con la que tendría dos hijos, Mateo y Mauricio. No hay que olvidar, por lo demás, que en la capital venezolana, ciudad entonces muy moderna, el padre del pintor había descubierto el arte moderno. En su colección, el hijo se quedó con la copla de la pintura 'sixties', tan horror vacui, del islandés Errò.

Baudelairiano pintor de la vida moderna, autor de dibujos esquemáticos entre grafitistas y torresgarciescos, de troqueles, de esculturas de chapa u hormigón a veces de aire prehispánico, de objetos reciclados, de perfiles de cartón, gustaba de representar, en clave humorística, y con colores rutilantes, calaveras, perros, monos, operarios, robots, camiones, tanques… Expuso en Sargadelos, Buades, Sen, Vuela Pluma, la santanderina Siboney… En 1985 participó en la aventura de la Galería Mari Boon, promovida por Patricia Gadea en el paso subterráneo de Lagasca, frente al Retiro.

Como ilustrador, se estrenó con Viñetas (1987), maquetado por Diego Lara. Colaboró en El País, El Europeo o Sándwich Club. Sensacional su premiado volumen infantil ramoniano 100 greguerías (1999) para Media Vaca. Le iban mucho la poética de Gómez de la Serna, o la del Tono de los animales para armar. La misma editorial sacó El mundo es como yo quiero (2005) y Taller de pintura y construcciones (2017), frutos ambos de sus talleres infantiles en el Círculo de Bellas Artes, Matadero o La Casa Encendida. Otras joyitas: Expolio (1993), Dibujos (1994), Prebélico (2008), 50 escritores (2015). Memorables su cartel para la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión de 2008 o, en 2011, su cubierta imaginaria para el álbum Stock de coque, en Tintín 25 miradas.

Corpus importante el de las colaboraciones de Fernández Arias con Ángel Guache (en varios casos, me implicaron en la aventura, como él ya lo había hecho en Expolio), integrado por Canciones para interpretar con maracas, Libérrimo, Más libérrimo, Media hora de bondad, el satiesco Piano, piano, Fútbol, ¡Que venimos del mono!, Torpedos flamencos, Un mundo en miniatura, Cortometrajes, y Tangas y tangos y otros mangos. Acababan de terminar un nuevo libro infantil, Corazón de trapecista. Echaremos mucho de menos al Hombre Rayo, siempre jovial y energético.

 

Juan Manuel Bonet
 

Artículo publicado en el diario ABC el 28 de septiembre de 2023
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