Renard, Jules
Observó que el infinito no es más que una suma de pequeñas cosas, a veces microscópicas, y hasta invisibles. También que lo que en el mundo cuenta y tiene valor se nos presenta siempre sin ruido, de la manera más discreta. Para hablar de todo ésto, Renard se esforzó en buscar las palabras adecuadas.
Quiso ser escritor para poder explicar las impresiones que dejaban en él las cosas que no son fáciles de explicar. No escribió tanto como otros, pero se entregó a la escritura con tal aplicación. Y constancia que, dedicando las mismas horas, se podría haber construido una pirámide en Egipto. En su Diario vemos sucederse los ratos alegres y los amargos a través de anécdotas y comentarios cargados de humor y distancia.
Renard vivió dos vidas simultáneamente: en medio de un mar agitado brincaba el terrible niño pelirrojo, mientras en la calma chicha el escritor se limitaba a mantenerse a flote. Dedicó Pelo de zanahoria a sus dos hijos cuando éstos no tenían todavía suficiente edad para darse cuenta del inmenso regalo y, a la vez, la clase de broma pesada, que era la vida a la que acababan de asomar. Pronto lo descubrirían; antes, con seguridad, de poder leer ese libro.
Retrato del autor por Gabriela Rubio