Guazzelli, Eloar

Eloar Guazzelli no existe. Es uno de esos mitos que los portugueses se hartaron de descubrir después de su llegada a América del Sur. Ese nombre misterioso, italiano, sólo ayuda a aumentar la confusión.

Eloar Guazzelli, en la lengua de los indios Txucurucucu del Alto Xingú, quiere decir: «aquel que dibuja con la velocidad de dos águilas y habla con la velocidad de dos gavilanes combatiendo en el cielo llameante de una hermosa puesta de sol mientras vacas que pastan y coches de décadas pasadas, cúpulas orgullosas y calles monumentales se mezclan en un intrincado arabesco improvisado milimétricamente en hojas de papel de 21 x 31 cm. listas para recibir trazos de tinta china dirigidos por manos milagrosas destinados a revelar a los humanos todo lo que sucede entre cada dos fotogramas de una película de dibujos animados de dos horas de duración describiendo la desesperación del ejército napoleónico entre lagunas de sangre y dunas blancas de nieve y caminos de fango como el que existe en la frontera que separa Rio Grande do Sul y Uruguay y marca nuestra alma como una navaja cuyo brillo intenso nos ciega y nos hace ver momentáneamente historietas que sólo podría haber producido un cerebro nacido en 1962 en Vacaria y que piensa más rápido que dos ocelotes en celo al mismo tiempo que almacena enciclopedias enteras, dialectos de pequeñas tribus y nombres de calles de Gdansk, siempre sorprendiéndonos, siempre aturdiéndonos con las verdades que no dice, y siempre ocupando más espacio que su propio cuerpo».

Como se ve, es un mito de difícil comprensión y su análisis desborda el ámbito de este pequeño texto.

Fabio Zimbres

[traducción de H. Hidalgo]

Retrato del autor por Helena Martins Costa