Isol

Dibujante. Rara especie. Especie chica. Tenazmente obstinada a poner en las bocazas de sus criaturas más dientes de los estrictamente necesarios. Si se observa su ámbito natural de trabajo (una mesa de algarrobo y un tablero vacilante y oblicuo del que se ruedan todos los lápices, maldición añosa del plano inclinado) se verá que el hábitat natural de Isol lo constituyen unos bocetos inagotables en papelería de todas las calañas, donde predominan los esbozos de niños hiperkinéticos, de niñas desorbitadas, perros espásticamente felices, vacas al borde del pasmo. Sin exagerar he visto, por ejemplo, una oveja-péndulo, boba y asombrada, que oscila sobre un individuo injustamente atado a una silla, reescritura tal vez de Poe o azar catástrofico del choque entre la naturaleza suave del cordero y el uso indebido de dicha presunta suavidad. Así es —creo yo— la esencia última de su trazo desmesurado, impulsivo y asombroso.

Pero es en sus perros, sin lugar a dudas, donde.
Y en sus vacas, que.
Y en su lógica aversión a las cucarachas. Horriblemente satinadas, le he oído decir, y misteriosamente crujientes cuando el primer caballero cruzado que esté dispuesto a ceder a sus ruegos y argumentos las pisa heroicamente para poder vivir un poco en paz. Sin tanto bicho.

Marcada preferencia por las niñas contestadoras, tiernas y caprichosas, parecidas a ella cuando le ponían moños, o dos hebillitas. Se trata de pequeños demonios en envase de nenas, chicas que lo quieren todo y no se conforman sólo con una parte de todo.

Lo otro que es cierto y que habría que decir de ella es que es el terror de los fotocopiadores del barrio, personas afables y sencillas que en general están en el mundo para vender plasticolas de colores y no para reajustar los contrastes del negro o hacer desaparecer manchitas. Ella es capaz de defender su derecho cívico a una buena fotocopia con argumentos prácticamente tecnológicos, irrefutables.

Y una cosa más: nunca mira al cruzar la calle, se lanza como una loca a saltos sobre los adoquines y los autos ya han aprendido a esquivarla. Y ésta es la excusa que ella esgrime para usar su estrategia predilecta, que es la misma del zigzag.

Rafael Spregelburd


Qué le van a contar
a ella
que tuvo ya
dos
perros
(uno negro otro negro
pero tan distintos)
acerca
de
los
colores.

 

Autorretrato de la autora