Ortin, Carlos
Carlos Ortin (Valencia, 1961) no ha aprendido a dibujar leyendo a Rubén Darío, ni está seguro de cuántos son los Veinte poemas de amor de Pablo Neruda, pero sí puede decir que sabe algo de la poesía después de ver la obra de los grandes ilustradores. De niño escuchó que había gente que se levantaba rayando el alba y siempre quiso ser uno de los que salen a rayar con su caja de colores.
En este libro rinde homenaje a algunos de sus ilustradores favoritos. Entre aquellos que más admira están los que buscan la inspiración trasladando muebles: TRNKA, HAUPT, BIRNBAUM, BURKE, CRUMB;
los que brindan y rompen la copa de champán en la chimenea para celebrar un buen encargo: BASS, KARASZ, CHALAND, CHWAST;
los que no se pueden concentrar con el ruido de bisagras: KLEE, CESC, SASEK, GOREY, GOÑI, GROSZ;
los que no se pueden concentrar con el ruido de campanas: TOPOR, TONO, FOLON;
los que blasfeman cuando les cae una mancha: HOGARTH, HOOPER, HERRIMAN;
los que silban cuando no les cae ninguna mancha: SEIBOLD, SENTO, SWARTE, SEMPÉ;
los que murmuran a espaldas de su editor: MALMAN, MEULEN, MASEREEL;
los que sueltan las verdades a pecho descubierto: GARRIDO, BROBITSKY, PEÑARROYA, ALADJALOV;
y aquellos que, gracias a su trazo desenvuelto, hacen de la lista de la compra una joya del arte moderno: FRANQUIN, GAVIOLI, BALZOLA, CALATAYUD, STEINBERG, LADA.
Herrín Hidalgo