Hacer libros

Buenos días, me llamo Vicente Ferrer y soy editor de Media Vaca. Junto a Begoña Lobo, me dedico a hacer libros desde hace casi veinte años. Lo que he aprendido en ese tiempo es que son más las razones que existen para no hacer libros que para hacerlos. Por ejemplo, las que enumero a continuación:

1. Ya hay muchos libros.

2. Casi nadie lee.

3. Hay que pensar, y eso cansa.

4. Cuesta dinero.

5. Los libros ocupan mucho espacio.

6. Hay que protegerlos de la humedad, del calor, de los insectos.

7. La luz se come el color de las cubiertas, y es triste ver cómo se van poniendo azules.

8. Etcétera.

Para hacer libros no basta con superar estos escollos, algunos de ellos insalvables; hace falta, además, tener un buen motivo.

Cada editor tiene sus motivos. Estos son los nuestros:

1. Se nos ha ocurrido una idea, que —sinceramente— creemos valiosa, y queremos compartirla con otros.

2. Hemos descubierto la buena idea que se le ocurrió a alguien hace algún tiempo y decidimos que merece ser conocida por otros.

3. No hay una idea previa, no se nos ha ocurrido nada especial, pero hemos conocido a alguien que escribe o dibuja bien; que hace, en fin, cosas que nos gustan. Conversamos con esa persona para ver si trabajando juntos se nos ocurre una buena idea que merezca ser difundida a través de un libro y compartida con otros.

Nuestra actividad como editores se puede resumir en estos tres puntos que considero más relevantes:

1. Qué libros hacer.

2. Cómo hacerlos.

3. Con quién hacerlos.


Qué libros hacer.

Cuando digo qué libros hacer, lo que en realidad estoy pensando es: ¿Para quién son los libros que vamos a hacer? Me doy cuenta de que no me es posible separar una cosa de la otra, porque los libros siempre son para alguien. Estas son las primeras respuestas que me vienen a la cabeza:

1. No para el mercado. Pero si no se tiene un buen conocimiento del mercado, será difícil hacer algo que tenga verdaderamente algún interés.

2. No para los colegas, no para especialistas. Hay que aspirar a un número amplio de lectores; y esos lectores, por cierto, son personas anónimas de las que no sabemos casi nada.

3. Para uno mismo. No solo para uno mismo, claro (porque una sola persona no es un número amplio), pero también para uno mismo: es importante pasarlo bien haciendo ese trabajo.

4. Para las minorías. Pero no para las cien personas más ricas ni para las cien más excéntricas ni para las más lectoras (minorías insignificantes), sino para personas y grupos de los que no suele ocuparse el mercado.

5. Para el futuro. Pensar en esto no nos va a llevar muy lejos, probablemente, porque pocos editores poseen el don de la profecía, pero nos va a obligar a esforzarnos y, de paso, nos puede servir para elaborar una idea del futuro. No está de más cuando de lo que se trata es de hacer libros que puedan romper la barrera de las generaciones. (Es decir, desde el lado de los lectores: que un libro pueda ser leído y disfrutado por personas de diferentes edades; desde el lado de los autores: que cualquier buena idea tenga su oportunidad, sin que importe quién ni cuándo la dijo).

Cómo hacer los libros.

(Me refiero, naturalmente, a los libros ilustrados, que son los que nosotros hacemos).

1. Asequibles en precio y también en formato, aunque esto último es muy relativo: hay lectores que están habituados (e incluso prefieren) enfrentarse a las opciones de libros más incómodas; por eso tienen éxito algunos mamotretos. En cualquier caso, no hay que dejarse llevar por los prejuicios y, como disponemos de muchos ejemplos y abundan los lugares donde tomar ideas, conviene documentarse. (Un lugar propicio para los hallazgos son las librerías de viejo).

2. No hay que repetir lo que ya está hecho. Esto tiene su dificultad, ya que existen millones de libros y es difícil conocerlos todos para no repetirlos: los repetiremos sin darnos cuenta. Digamos mejor que basta con no copiar exactamente otro libro. Aunque es natural inspirarse en libros que conocemos y que nos gustan, por la razón que sea. Pues entonces, puestos a copiar, copiemos mejor los libros buenos.

3. Hay que tener en cuenta que la forma es parte del fondo. El objeto dice algo de su contenido. (Por eso siempre resultan sospechosos los libros de bolsillo que no caben en los bolsillos. ¿Qué se nos quiere decir con esto?).

4. Los libros deben durar. Si se desea que el contenido alcance a nuevas generaciones, el objeto no puede fabricarse de una manera muy chapucera.

5. Hay que tomar decisiones sobre numerosos elementos que intervienen: textos e imágenes y la relación entre ambos, imagen de cubierta, diseño de página, elementos gráficos, papeles, encuadernación, tipografía, color, tamaño, formato, peso, tacto, etc.

6. La decisión principal que hay que tomar es: ¿caben imágenes en ese texto? ¿Añaden o restan a lo conocido? En mi opinión, no todos los textos tienen por qué ser ilustrados. Muchas veces no tiene ningún sentido hacerlo, aunque se puede discutir mucho al respecto. (Según anoto la frase anterior, caigo en la cuenta de que creo no haber discutido nunca sobre esto).

Tras lo expuesto anteriormente, se imponen tres cuestiones:

1. Parece difícil no pensar en libros.

2. A veces es mejor pensarlos que hacerlos.

3. Es importante con quién hacerlos.

En Media Vaca hacemos cinco tipos de libros. Así es: he revisado los 64 títulos que componen actualmente nuestro catálogo y he descubierto que todo el conjunto puede dividirse en estos cinco subgrupos:

1. Textos viejos con nuevas ilustraciones. Encargamos nuevas imágenes para un texto ya publicado que consideramos vigente y que quizá no estaba ilustrado.

2. Proyectos propios: ideas que parten de la editorial y que proponemos a otros. Algunos de esos proyectos son libros colectivos. (Aquí podría extenderme y decir que, desde cierto punto de vista, todos los libros son creaciones colectivas; e incluso que, desde otro punto de vista, compartido por numerosos autores, no existe más que un único libro que va creciendo con las aportaciones de todas aquellas personas que se dedican a hacer libros).

3. Libros ya publicados, con textos e ilustraciones (pero más frecuentemente libros en los que destacan los aspectos gráficos), que recuperamos y volvemos a poner en circulación.

4. Proyectos que llegan a la editorial ofrecidos por nuevos autores, que en algunas ocasiones son personas jóvenes y en otras no tanto.

5. Compras de derechos. Libros publicados en otras lenguas que traducimos para los lectores en español. Este tipo de libros, que es, casi con seguridad, el más abundante en la mayor parte de las editoriales infantiles de todo el mundo, solo representa en nuestro catálogo un pequeño porcentaje: seis títulos.

Con quién hacer los libros.

Hoy me interesa especialmente hablar de los autores de los libros. ¿Quiénes son los autores de los libros? Conocemos sus nombres, pero a veces es todo lo que sabemos de ellos. También el editor, sobre todo cuando se trata de editoriales pequeñas, suele ser coautor de los libros que publica. (En algunos casos es así, y en otros no está tan claro). Es el editor quien decide qué libros se hacen y, muchas veces, cómo se hacen. Sabemos menos de los editores que de los autores; de sus elecciones y de las responsabilidades que asumen a la hora de hacer los libros. Sin ninguna duda, hay más tipos de autores de libros que de libros. A continuación mencionaré solamente unos cuantos que coinciden con los de los autores con los que hemos trabajado:

1. Autores profesionales, escritores o ilustradores, cuyo trabajo conocemos bien y seguimos desde hace tiempo. En ocasiones, les proponemos un texto para ilustrar; otras veces son ellos quienes nos hacen llegar su propuesta.

2. Ilustradores jóvenes, con poca experiencia profesional, muchas veces sin libros publicados. Son, sin embargo, autores de trabajos para la escuela o proyectos personales que revelan un gran talento y que se perderían si no llegaran hasta las manos de un editor.

3. Autores fallecidos, escritores o ilustradores, con mucha o poca obra publicada, a quienes no hemos llegado a conocer pero de quienes nos sentimos cercanos. La gente que trabajamos con libros (y pienso que no hablo sólo por mí) descubrimos que a menudo, en nuestra vida cotidiana, tenemos una relación más estrecha con gente que lleva muerta cien años que con muchas personas que nos rodean y a quienes saludamos amablemente cuando nos las cruzamos en la calle.

4. Autores, escritores o ilustradores, con quienes trabajamos en un proyecto durante años, hasta que ese libro ve la luz, felizmente, cuando parecía que no iba a ser posible. Puesto que al final del proceso estamos todos vivos y seguimos siendo amigos, podemos decir que la experiencia ha sido un éxito.

5. Autores, escritores o ilustradores, cuyo trabajo apreciamos y con quienes deseamos hacer un libro nuevo, pero, a pesar del interés y del esfuerzo, y debido a muchas circunstancias, los planes no se cumplen y no lo conseguimos. (El mundo de los libros es impredecible y estos casos son más abundantes de lo que uno desearía).

Siempre hemos tardado mucho en hacer un libro. (Aspiramos a hacer libros fáciles, pero al parecer esa categoría de libros se nos escapa y se pone siempre fuera de nuestro alcance). Hemos llegado a tardar seis, diez y hasta trece años en hacer un libro. Las razones son variadas, pero estas son algunas:

1. A veces no es sencillo localizar a los herederos de un autor fallecido.

2. A veces el autor vive en otra ciudad (y a menudo en otro continente) y tenemos pocas ocasiones para reunirnos. Aprovechamos las ferias y los viajes de unos y otros, y en ocasiones nos hemos llegado a citar en el café de un aeropuerto para intercambiar archivos o para poner en común cuestiones trascendentales.

3. Las traducciones llevan su tiempo. Cuando la labor es muy complicada, también lleva su tiempo convencer al traductor para que realice el trabajo, presionado como está por numerosos encargos.

4. El ilustrador, exigente, decide empezar de cero en una fase muy avanzada del trabajo, cuando otros ilustradores ya habrían renunciado o habrían publicado tres colecciones de libros.

5. El trabajo de documentación no finaliza nunca. Tampoco las revisiones. Hay que revisar las imágenes para que sean aptas para la impresión; hay que revisar los textos para evitar las erratas y las incorrecciones; hay que solicitar licencias a sus propietarios; hay que acreditar la autoría de todos los textos e imágenes utilizados.

En los últimos tiempos hemos multiplicado la actividad de la editorial. Somos nuestros propios distribuidores, vendemos derechos a otros países, participamos en ferias y encuentros relacionados con la literatura infantil, la ilustración y el diseño de libros, etcétera. Sin embargo, seguimos siendo dos personas y nunca llegamos a hacer todo lo que deberíamos hacer. También recibimos numerosos proyectos por parte de autores que se acercan hasta nosotros o que nos escriben de otros países, y apenas es posible contestar a todos de manera adecuada. En consecuencia, para poder seguir haciendo libros, y para hacerlos mejor, pienso que deberíamos atender con cierta urgencia las siguientes cuestiones:

1. Hay que dedicar tiempo a promocionar y vender los libros que hemos ido acumulando en el almacén. En un mercado donde solo tienen salida las novedades, vender libros que tienen un año de vida (no digamos ya veinte) es una misión complicada que requiere un esfuerzo considerable. Pero es imprescindible vender libros para poder hacer más libros.

2. Hay que investigar las posibles aplicaciones de los libros en papel a las nuevas tecnologías. Pienso que puede haber fórmulas adecuadas para traducir las imágenes al formato digital, incluso en el caso de nuestros libros, que tienen una factura muy artesanal. Hasta el momento no hemos dispuesto del tiempo necesario para pensar en ello.

3. Hay que realizar presentaciones y exposiciones relacionadas con los libros. No es solamente una forma de promoción de los libros y de sus autores, sino que es, sobre todo, una buena ocasión para conocer personalmente a los lectores.

4. Hay que visitar a los libreros y bibliotecarios que han apoyado nuestros libros y organizar en sus espacios charlas alrededor de los mismos. Siempre que sea posible, contando con la presencia de los autores.

5. Hay que leer libros. Pensar en nuevos libros. (Ahora mismo, cuando pienso en ello, lo que me apetece es hacer libros muy económicos, a partir de talleres realizados con niños). Naturalmente, pensar en cómo serían esos libros es algo que no hemos dejado de hacer, pero habría que dedicarse a ello casi con exclusividad.

La única forma de llevar adelante estos planes que nos hemos propuesto pasa por realizar una especie de parada técnica y, durante uno o dos años, dedicarnos, tan intensamente como sea posible, a no hacer libros.

Ponencia de Vicente Ferrer (Media Vaca) en el Seminario Internacional de Ilustración 'Los nuevos rupestres o la ilustración en la era digital', coordinado por Mauricio Gómez Morin y celebrado en el Centro de las Artes de San Agustín Etla, Oaxaca, los días 9 y 10 de noviembre de 2016, en el marco de la 36 Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil, FILIJ. (Ilustración de Carlos Ortin: retrato de Vicente Ferrer en diciembre de 1998, año I de la editorial).