Lea a Lear
Edward Lear fue un niño inglés que vivió hace 200 años en Londres con sus padres y sus veinte hermanitos. Como fue de los últimos en nacer, le tocó una salud pésima. Pronto empezó a ganarse la vida como dibujante. Se le daban bien los pájaros y, como era un perfeccionista, los dibujaba con todas sus plumas. Debido a sus problemas en la vista, tuvo que cambiar los loros por los paisajes, y cuando el asma y la bronquitis se recrudecieron, tomó la decisión de pasar los inviernos en el extranjero. Primero, se estableció en Roma; luego, en Corfú, y finalmente, en San Remo. A pesar de su mala salud, viajó por todo el Mediterráneo como no viaja ninguna persona sana, y publicó relatos detallados de sus excursiones. Escribió versos para divertir a los niños y a sus padres, y, de paso, los dio a conocer en forma de libro para obtener un dinero extra para los viajes. Aunque tuvo amigos, prefirió escribirles cartas, y siempre vivió solo, en compañía de su gato Foss, al que únicamente sobrevivió tres meses.
Es posible que llegara a verse a sí mismo como un pintor de óleos inmensos, pero hoy es recordado, sobre todo, por sus libros infantiles. Un libro de nonsense viene a ser un «libro sin sentido» (para muchos, la mera lectura de libros es una actividad que carece totalmente de sentido); sin embargo, en nuestra opinión, si en este mundo de locos hay un libro que tiene verdaderamente sentido, joven lector, joven lectora, es este que tienes ahora en las manos.
El editor
Este texto es el «Prólogo para lectores menores de 170 años» que abre el Libro de Nonsense, de próxima aparición en la colección Libros para niños de Media Vaca. El dibujo, un retrato de Edward Lear, lo hizo Adriana, de 6 años (a punto de cumplir 7).