Los libros de Genichiro Yagyu
Mi primer contacto con los libros de Genichiro Yagyu fue en el verano 2003 cuando Vicente y Begoña, alma mater de Media Vaca, volvieron de su primer viaje a Japón, como siempre cargados de tesoros encontrados en librerías locales… Me enseñaron la colección en japonés y algunas de las traducciones en inglés que también habían encontrado en Tokio.
Me encantaron los títulos: Costras, Agujeros de la nariz, Ombligo, Tetas, Plantas de los pies y Dientes y me pareció genial que decidieran obtener los derechos de reproducción para publicarlos en español.
Lo primero que pensé es cómo me hubiera gustado con siete años poder haber leído Costras o Tetas, incluso poder haberlo paseado orgullosa por el colegio asegurándome de que todo el mundo viera el título de la portada.
Cuando finalmente Media Vaca publicó la edición traducida al español, el editor, Vicente Ferrer, me pidió que leyera los textos desde un punto de vista médico, analizando la fidelidad de los contenidos científicos y la adaptación de los mismos para el público español.
Yo soy ginecóloga, y me pareció que revisar Tetas y Ombligo no me resultaría difícil; Costras, Plantas de los pies, Agujeros de la nariz y Dientes me quedaban un poco más lejos, por eso le sugerí al editor que una pediatra revisara conmigo la colección. Pensé en estos libros leídos por los niños junto con sus madres y me pareció que la mirada de una pediatra que a diario trabaja con ellos podía resultar muy valiosa.
Me fascinó la sencillez y el rigor con el que el autor describía procesos médicos complejos como la lactancia, la cicatrización, el olfato y la respiración, el embarazo, la dentición y la marcha y como, al mismo tiempo, resultaba un libro divertido y accesible a un niño que lee sus primeros textos. Hablar de las tetas, de por qué no te debes comer los mocos, o analizar qué sucede si te excedes con la higiene del ombligo, es impagable.
Para mí, el cuerpo es el mecanismo más perfecto, complejo y útil jamás diseñado, y creo que durante la educación básica se estudia de una forma un tanto estática, aburrida y atomizada. Esto hace que las personas adultas que acuden a una consulta médica desconozcan en buena medida cómo funciona su cuerpo y que algo tan cercano les resulte difícil de comprender, lleno de tabúes y zonas oscuras.
En los últimos seis años he trabajado como Profesora Asociada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Castilla la Mancha, una Facultad de nueva creación en la que se instauró como modelo educativo el aprendizaje basado en problemas. Este sistema basado en las teorías psicológicas constructivistas, se contrapone con el aprendizaje tradicional basado en clases magistrales en las que un profesor (que sabe) explica desde un estrado conceptos a un alumno (que no sabe), «botella vacía» que debe llenarse de contenido.
El aprendizaje por problemas está centrado en el alumno y trata de movilizar sus conocimientos previos para aprender a base de relacionar. El constructivismo sostiene que el aprendizaje se centra en las necesidades e intereses individuales, la libre expresión de las ideas, el descubrimiento autónomo y el aprendizaje a través del error. Fomenta el razonamiento, la invención y la integración. Los conocimientos previos y la práctica son factores determinantes del aprendizaje. La motivación del estudiante permite desarrollar puentes cognitivos entre el nuevo concepto y la red de conocimientos previos. El cerebro ya no es una botella vacía, los conceptos relevantes se integran, se fijan en la estructura del pensamiento y la modifican. El profesor ha de actuar como facilitador del aprendizaje.
En los libros de Genichiro los protagonistas, que tienen costras, mocos, plantas de los pies, pelusillas en el ombligo o tetas incipientes, experimentan lo que significa arrancarse las costras, hurgarse el ombligo, comerse los mocos o plasmar sus huellas en una superficie; se plantean el por qué de esos mecanismos, de la aparición de esos fluidos, de la existencia de esas cicatrices y protuberancias; y estas experiencias previas son las que sirven de base para analizar con un exquisito rigor científico y una claridad envidiable los mecanismos íntimos de la cicatrización, la respiración, la concepción y el embarazo, la marcha o la lactancia.
De manera intuitiva, invitan al niño a partir de la observación de su propio cuerpo o los de los que le rodean, a plantearse preguntas sobre cómo funciona, por qué el suyo es diferente al de otros o por qué se transforma al crecer, y les proporciona elementos bien estructurados y conceptos sólidos para bucear en los mecanismos íntimos de su fisiología.
Creo que colaboran en iniciar ese camino maravilloso que es la observación activa de la realidad y la naturaleza como base del conocimiento de su funcionamiento. No sé si el autor se planteó esas cosas al estructurar su libro; a lo mejor surgió de una forma absolutamente natural, pero creo que representan una excelente herramienta que se puede aplicar para el aprendizaje de múltiples disciplinas.
Además de esta reflexión, otra que se me planteó al revisar esta obra fue la importancia que tiene transmitir la información adaptada al nivel de comprensión del que la recibe.
Los médicos que tratamos a diario con pacientes tenemos la misión de explicarles la naturaleza de su dolencia, establecer un pronóstico y plantear las posibilidades de tratamiento. Todo ello en términos comprensibles y adaptados a las características del receptor. Genichiro nos demuestra cómo es posible explicar mecanismos complejos en términos sencillos sin por ello perder el rigor, y que esa información se puede trasladar a cualquier grupo de edad o a cualquier capacidad de comprensión.
En algunos puntos concretos planteé algunas sugerencias para «adaptar» o «suavizar» algunos conceptos, ya que me parecía que en el texto original se cargaban demasiado las tintas en temas como la importancia de la lactancia materna o sobre los consejos sobre la higiene umbilical.
Tanto a nosotras como al editor nos pareció que algunas recomendaciones plasmadas al final de los libros y firmadas por un médico japonés, respondían a la particular manera de entender la medicina en Japón. De hecho, estas explicaciones finales habían sido suprimidas en la edición americana. En la edición española se modificaron ligeramente adaptándolas a los usos habituales en nuestro medio.
Nuestra colaboración, por último, nos permitió profundizar en el conocimiento de la obra genial y absolutamente personal de este autor japonés, que Media Vaca ha tenido el acierto de incluir entre sus volúmenes para acercarlo a nuestros niños y a los que de alguna manera seguimos siendo un poco niños porque nos encanta aprender.
¡Gracias a Media Vaca!
Paloma Lobo