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¿Quién es toda esta gente?
Su trabajo, como el de los escritores, se encuentra en los libros. Sus nombres ocupan un lugar en la biblioteca de lector que inicié de niño y que contiene volúmenes que pertenecieron a mi padre y a mi abuelo. ¿Cómo deberíamos referirnos a ellos? No sabemos si preferirían que se les llamase ilustradores, dibujantes, grabadores, grafistas, diseñadores, diagramadores, maquetistas, portadistas, tipógrafos, fotomontadores, collagistas, cartelistas, caricaturistas, historietistas, humoristas gráficos –¿moneros?– o narradores visuales, porque quienes se ocupan de las imágenes impresas y del aspecto visual de los libros poseen intereses variados y practican una multiplicidad de oficios. Algunos nombres suenan más porque escaparon de los márgenes del libro y fueron acogidos por el mercado del arte; llegaron a ser personajes famosos, o como ahora decimos, artistas de prestigio. El resto sigue habitando en esos cofres que muchas veces son los libros, aguardando a que alguien los libere del encantamiento que los ha condenado a permanecer por años encerrados y apartados de la gente.
¿Qué sabemos hoy de estos autores? ¿Dónde se encuentran estos libros? ¿Qué ha sido de sus lectores?
Conocer las obras y reconocer los nombres no puede ser simplemente una cuestión de información y de cultura general o libresca, es algo más importante. Estos (y otros muchos) artífices de libros deberían ser también nuestros maestros, como lo son los escritores que admiramos y que fueron sus contemporáneos. Parece que no les hacemos demasiado caso, hasta el punto de haber permitido que muchos de ellos sigan hoy completamente ignorados, pero la lectura de las imágenes que han producido los mejores de su oficio debería ser la que educara el gusto de los lectores, en especial de los más jóvenes, y el camino mejor, el único posible, para dotar a los que aspiran a convertirse en profesionales de la ilustración y de las artes del libro de un vocabulario gráfico que, por encima de recursos técnicos y de estilo, acabe constituyendo un auténtico lenguaje.
Copio aquí estos nombres sólo por el gusto de verlos reunidos, para comprobar también hasta qué punto son recordados o han sido olvidado por los lectores y, naturalmente, para dejar a amigos y curiosos un testimonio de mis preferencias.
Vicente Ferrer
Artículo publicado en el libro