Tres estudiantes preguntan

Preguntas de Marta Cachinero. Barcelona, mayo de 2015.

Marta Cachinero: Todo el mundo sabe que Media Vaca es un proyecto de vida. ¿Creéis que este propósito ha sido la llave para alcanzar el reconocimiento a nivel internacional que habéis tenido y tenéis? ¿Qué ha sido lo más importante para haber llegado tan lejos?

Vicente Ferrer: No estoy tan seguro de que la gente sepa que la editorial es un proyecto de vida. Ni siquiera estoy seguro de que mucha gente, habiendo leído esa declaración nuestra, sepa qué quiere decir eso. En general (hablo muy en general), a la gente que se acerca a los libros les interesan cosas concretas: historias, personajes, opiniones, y no se fijan tanto en quiénes hacen los libros. A los medios de comunicación les gusta destacar a los autores (a los que a veces, por cierto, ponen por encima de sus obras), pero poca gente se interesa por los editores. Quiénes son y cuál es su participación en los libros es, para casi todo el mundo, un misterio.

Contestando a la pregunta, creo que cuando una editorial se convierte en un «proyecto de vida», se hace más necesario aún disfrutar con el trabajo, ya que son numerosos los obstáculos que hay que superar. Lo decía (cantando) el protagonista de La vida de Brian, atado a una cruz: «mira siempre el lado alegre de la vida». Aunque seguramente hace tiempo que nos habríamos hundido en el pantano si no nos hubiéramos autoimpuesto una determinación: la de no crecer y hacer únicamente tres libros por año, que son los que podemos hacer más o menos bien, o, como mínimo, con ciertas garantías.

MC: Todos los proyectos de Media Vaca tienen algo en común muy difícil de descifrar. Algo oculto que os hace diferentes y merecedores del éxito. ¿Cuál es el ingrediente esencial en vuestros libros?

VF: Todo lo que resulta oscuro o misterioso se podría aclarar muy rápidamente: bastaría con dedicar un poco de tiempo a hablar de ello. Los editores podríamos contar muchas cosas de los libros que hemos hecho y revelar detalles que seguramente agradecerían los lectores; pero, para que eso ocurra, es necesario que alguien formule las preguntas.

Ese ingrediente, si existe, sería la absoluta dedicación, que nace de un compromiso o una exigencia que podríamos llamar moral, y que trasciende a la comunidad de lectores, porque somos conscientes de que cuando hacemos libros estamos trabajando también para los lectores del futuro. No podemos competir con otras editoriales en el terreno de las ventas ni en el de la difusión, etc. Competimos contra nuestras propias limitaciones y nos miramos en empresas que, examinadas exclusivamente desde un punto de vista económico, sólo pueden ser consideradas como fracasos. Pero, claro, de algunos de esos «fracasos» habría muchas cosas que aprender.

MC: El hecho de llevar a cabo un proyecto editorial, desde su inicio hasta su producción, es una decisión muy importante. ¿Qué os lleva a seleccionar los libros para vuestras colecciones?

VF: Mucha gente ve a las editoriales, sobre todo, como un negocio, y resulta muy difícil explicar que se trata de un tipo de negocio bastante particular. Las editoriales que priman los criterios comerciales y los argumentos de novedad y de moda están en su derecho a hacerlo, pero no hay nada más alejado de nuestros planteamientos. En nuestro caso, son poquísimas las concesiones que hacemos al mercado: nuestro catálogo se va armando exclusivamente con nuestros intereses personales. Muchas veces, antes de saber qué es lo que nos interesa, sabemos qué es lo que no nos interesa: si descubrimos que una idea que nos gustaba ya ha sido bien resuelta por otro editor, decidimos que no hace falta repetir lo mismo. No tiene ningún sentido que todos hagamos libros idénticos o muy parecidos.

MC: Todas las fases de un proyecto editorial son importantes, pero ¿qué fase creéis que es crucial, o la más difícil? ¿A qué es debido?

VF: Cada fase tiene su intríngulis, por decirlo así. La primera fase, que sería la de decidir qué libro se hace, ya reúne bastantes dificultades. La segunda: cómo sería ese libro que se quiere hacer, es quizá la parte mejor y la que prefiero. El trabajo del editor debe ser resolver problemas, y en esta fase recibe uno un montón de problemas de golpe. Poner fin a un libro es a veces muy difícil. Hay libros que hemos tardado muchos años en hacer, y después de tantos años de mantener un agradable intercambio con los autores y colaboradores, se corre el riesgo de pensar que ya se ha obtenido suficiente felicidad y que la publicación no resulta necesaria. Obviamente, es un espejismo absurdo (los libros se hacen siempre para alguien más) y hay que saber reaccionar a tiempo.

MC: Tenéis una fabulosa lista de escritores e ilustradores. ¿Cómo llegan a vosotros? ¿Tratáis de buscar vuestros propios autores, o se presentan candidatos? ¿Cómo funcionáis en este sentido?

VF: La mayor parte de los escritores han llegado a nosotros, muchas veces, como autores de libros que hemos encontrado en librerías de viejo y bibliotecas. Los ilustradores, siempre por caminos más extraños: a través de su obra publicada en libros, pero también en revistas de historietas, en prensa, en carteles y programas de mano, en blogs, en galerías virtuales, etc., etc. Muchas personas nos hacen llegar muestras de sus trabajos: algunos llaman por teléfono para preguntar y otros se presentan directamente en nuestra casa (que es también nuestra oficina). Otros envían imágenes por Internet. (Para este último grupo, muy numeroso, escribí una entrada en nuestra página web que se puede leer en el siguiente enlace: Algunos autores llegan de la mano de escritores o dibujantes a los que ya conocemos. Otros, que demuestran conocer bien nuestros libros, proponen proyectos muy razonables que a veces sentimos mucho tener que descartar. El perfil de los ilustradores es muy distinto y son variados los caminos.

MC: Defendéis mucho, y con muy buenas razones, los libros para niños. Afirmáis que los libros destinados a los lectores jóvenes deben cumplir exactamente las mismas exigencias que para los mayores. Desde vuestro punto de vista, respecto al mercado editorial, ¿creéis que el nivel de exigencia en las ediciones infantiles, actualmente, no es el mismo que para el público adulto? ¿Siempre ha sido así?

VF: Esa exigencia no se echa en falta sólo en los libros infantiles. El mundo no es muy amable con los niños. Hace cien años era peor, pero eso no es tranquilizador; y tampoco es mejor trato la sobreprotección, un fenómeno de nuestro tiempo. En ambos casos (abandono y sobreprotección) se hace patente la falta de respeto a unas personas que se encuentran en una fase de formación que es primordial. ¿Cómo vamos a explicarles que los libros merecen la pena cuando muchas personas mayores no tienen el menor trato con ellos? Hay más libros, sí, pero sigue habiendo muchos libros muy malos y muchísimos más que son muy mejorables. Por una parte, porque hay manías del comercio que es difícil cambiar. Por otra parte, porque no son muchos los editores que asuman ciertos riesgos (la producción de libros infantiles en España se sigue dirigiendo, sobre todo, a un público cautivo dentro del ámbito escolar). Por todo ello se puede decir que el número de libros interesantes que no existen es infinitamente superior al de los libros que existen, y además, lo que es bien triste, muchos de estos libros que efectivamente existen ni siquiera están al alcance de sus lectores.

MC: En los últimos años, la autopublicación y la autoedición están en auge. ¿A qué pensáis que es debido? ¿Creéis que estos proyectos pueden tener (o tienen) la misma proyección y el mismo reconocimiento que los proyectos editoriales?

VF: Se debe a que el mercado editorial es muy deficiente. En muchos sentidos, es realmente pésimo. Tiene que ver también con que no siempre coinciden los intereses de autores y editores. Diría que siempre es positivo que un autor conozca la otra cara de su trabajo: cuánto dinero cuesta producir los libros y cuánto tiempo y esfuerzo cuesta venderlos. Aunque es un trabajo distinto del suyo, que debería hacer quien se dedica principalmente a ello, no siempre es un problema ni un error ni una pérdida de tiempo asomar la cabeza a esa otra vida de los libros: lo que el autor-editor aprenda de esa experiencia puede ayudarle en su labor como creador o puede servirle para reorientar su carrera. Como se ha demostrado en muchos casos, un libro autopublicado puede tener tantas o más posibilidades de ser difundido con éxito que un libro de una editorial «consolidada».

MC: Media Vaca es una de las editoriales que más reconocimiento da a sus ilustradores. ¿Cuánta importancia creéis que se les da a los narradores visuales en la sociedad actual?

VF: Aparentemente, más que cuando nosotros empezamos, hace ya diecisiete años. Se ha multiplicado la oferta de libros ilustrados y ha aumentado la variedad de propuestas, lo que sólo puede ser recibido como una buena noticia. Sin embargo, siento que prima la cantidad sobre la calidad (y por calidad entiéndase lo que se quiera). El de ilustrador es un oficio mal remunerado que depende de un mercado precario donde abundan las tiradas muy cortas de productos de vida efímera que raramente se reimprimen o se exportan. Este mercado (que cuenta con muy pocos nombres de prestigio) no permite a los autores seleccionar sus proyectos y tampoco parece que los lectores vayan a ejercer una presión eficaz que promueva algún tipo de cambios: la mayoría se limita a consumir aquello que el mercado ofrece.

MC: Desde vuestro punto de vista, ¿todo libro puede ser ilustrado? ¿Por qué?

VF: En teoría, sí. Y seguramente de muchas formas diferentes. «¿Por qué?» (Esta pregunta es interesante). Porque alguien (un editor, un ilustrador, un promotor) ha pensado que era una buena idea. Ahora bien, ¿tiene algún interés que todos los libros sean ilustrados? ¿Qué es lo que ofrece de especial un libro ilustrado? Actualmente son pocos los ilustradores que se enfrentan a los textos como verdaderos narradores (es decir, actuando en el nivel de la lectura y del sentido) y que se plantean la forma más adecuada de contar alguna cosa o de expresar una idea. Muchos se limitan a aplicar una técnica y a repetir un estilo. Crean imágenes atractivas, que no son más que una música agradable. Siempre ilustran (en realidad, decoran) el mismo libro.

MC: ¿Quién encarga el proceso ilustrativo a un narrador gráfico? ¿En qué se basa esta decisión? ¿Algún proyecto editorial que se os ha presentado estaba ya ilustrado?

VF: Del encargo de ilustraciones y del seguimiento de este trabajo me ocupo yo (Vicente Ferrer), que realizo en la editorial las funciones de director de arte. La elección del ilustrador o la ilustradora viene determinada por sus trabajos previos. No sólo importa el currículum del ilustrador, sino su interés personal por el proyecto. Cada libro se inicia siempre sin una fecha de entrega cerrada y se va definiendo a través de conversaciones. En ocasiones algunos ilustradores han rechazado el trabajo que se les había propuesto porque no encontraron la forma de implicarse en él, por no conseguir llevarlo a su terreno o por falta de tiempo o por otras razones. Es fundamental poder conversar con los ilustradores para dar con el tono del libro. Algunos de los libros que hemos publicado llegaron ya a nuestras manos como libros ilustrados. Es el caso, por ejemplo, de No tinc paraules, Una temporada en Calcuta o El paseo de Buster Keaton.

MC: ¿Creéis que el trabajo del autor/escritor está igual de valorado que el del ilustrador?

VF: Con frecuencia se considera al escritor como el autor natural de una obra, pero cuando decimos escritor y autor estamos hablando de categorías diferentes. También el ilustrador es autor de la obra que incluye su trabajo. En cualquier caso, para responder a esta pregunta sólo hay que ir a una librería y preguntar por libros de los que solamente sabemos el nombre de su ilustrador.

MC: ¿Qué consejos daríais a quien quiere entrar profesionalmente en el mundo editorial?

VF: A los ilustradores les diría que no basta con adquirir un estilo propio o formarse en unas técnicas determinadas. Hay mucha información importante que hay que buscar en distintos lugares: en las librerías, en las bibliotecas, en las galerías de arte y en los museos. En encuentros y ferias especializadas. En Internet, claro (pero no tan claro), y, naturalmente, también en la calle (es decir, fuera del estudio). Esa labor de investigación hay que considerarla como parte del trabajo y hay que dedicarle tiempo. Luego (y a la vez), hay que encontrar un espacio donde poder trabajar a gusto. Luego, hay que vencer nuestra natural timidez (o refrenar nuestra natural intrepidez) para dar a conocer nuestro trabajo a aquellas personas que creamos que mejor van a poder valorarlo. Luego, si no hay respuesta inmediata, no debemos desanimarnos: hay que insistir, insistir, insistir.

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Preguntas de Susana Ramírez. Lima, junio de 2015.
 

Susana Ramírez: Media Vaca cuenta ya con una larga trayectoria, ¿qué crees que habéis aportado y aportáis al mundo del libro a diferencia de otras editoriales?

Vicente Ferrer: (Bien empezamos. Es la primera pregunta y no sé qué contestar). Me parece que para poder aportar algo, el proyecto debería ser más conocido. Es estupendo comprobar que hay gente que conoce algunos de nuestros libros, pero no hay que confundir un libro con una editorial. Desde el principio nuestro propósito fue crear una biblioteca, y en eso estamos. (Lo que llamamos biblioteca es un proyecto que ahora mismo me costaría definir, pero que abarca algo más que una suma de libros). El mundo del libro tiene una historia que ya es larga, y que a casi nadie importa, que se va haciendo con los esfuerzos anónimos de muchas personas que no son sólo los autores que figuran en las cubiertas. De todos esos esfuerzos, ¿qué quedará? Es difícil saberlo.

SR: ¿Qué elementos piensas que debe reunir una obra para convertirse en un libro de Media Vaca?

VF: La mayor parte de los libros que hemos publicado son proyectos propios que responden a nuestros intereses personales. Generalmente, somos nosotros quienes proponemos un encargo a los autores, aunque no siempre es así. También recibimos propuestas de todo tipo a través de los caminos más dispares. Puedo decir que sabemos cuando algo nos interesa mucho (tanto como para dedicarle una parte importante de nuestro tiempo y considerables esfuerzos) cuando unos días después, a veces varios años después, aquello que leímos o que vimos nos sigue martilleando en la cabeza.

SR: ¿Cuáles crees que son los principales problemas u obstáculos a los que te enfrentas como editor actualmente?

VF: Como les ocurre a la mayor parte de los editores, supongo, los problemas a los que nos enfrentamos están relacionados con el tiempo y el espacio. Por desgracia, el enfoque está bastante alejado de la filosofía que trata esas importantes cuestiones. Por una parte, nos falta tiempo para hacer los libros a nuestro gusto. Por otra parte, tenemos un almacén saturado: los libros, que entran de dos mil en dos mil, salen en cambio de uno en uno. También nos falta tiempo para contestar a las personas que se dirigen a nosotros. Sería preciso hacer una pausa en la producción para dedicarnos a la promoción y venta de los libros, y, quizá, para reorientar nuestro proyecto. Nos gustaría poder conversar con los lectores y libreros, a los que apenas conocemos y con quienes nos relacionamos casi exclusivamente a través de los libros.

SR: Desde que comenzasteis con Media Vaca hasta ahora, ¿cómo crees que ha cambiado el sector editorial y, en concreto, la edición de LIJ?

VF: Diría que hoy hay más variedad. Aunque quizá, bien mirado, esa variedad no sea tan significativa, porque muchos catálogos parecen intercambiables. También hay más autores que se autoeditan, lo que no dice nada precisamente a favor de la pujanza del sector sino de su debilidad.

SR: Cada semana las librerías acogen decenas de novedades editoriales y resulta un hecho manifiesto que la oferta editorial supera la demanda lectora. ¿Crees que puede existir algún tipo de solución a la sobreproducción editorial existente?

VF: En otras áreas de actividad se han implantado métodos para evitar la sobreproducción, pero ninguno de esos métodos parece aplicable a un sector como este, tan especial en tantos sentidos. Se me ocurre que una forma de racionalizar la producción pasaría por pensar dos veces cada decisión que se toma. Hay muchos automatismos y no siempre nos cuestionamos todo lo que se hace. Así, pensando pensando, quizá lleguemos a la conclusión de que basar el comercio de los libros en el reclamo de la novedad es algo completamente absurdo. Por otra parte, aunque resulte paradójico, también a los editores nos hace falta tiempo para leer. A todos nos vendría bien viajar más y ver otras cosas, y vivir una temporada fuera de los libros.

SR: ¿Cómo ves el futuro de la edición de LIJ en España?

VF: No soy pitoniso, pero me parece que si los jóvenes hacen lo mismo que los viejos y repiten sus errores, el futuro será lo que ya conocemos.

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Preguntas de Daniela Alcalde. Lima, junio de 2015.
 

Daniela Alcalde: Según sabemos por la web y por otras entrevistas, Media Vaca es un proyecto muy personal cuyas publicaciones responden principalmente a tus intereses, a ese ideal de «hacer los libros que no existen». ¿Cuál ha sido la clave que les ha permitido posicionarse en un mercado editorial muchas veces direccionado por cuestiones comerciales?

Vicente Ferrer: En mi opinión, para conseguir mantenernos como editores ha sido fundamental la decisión de no crecer y publicar únicamente tres libros al año. Somos conscientes de nuestras limitaciones y no nos ha parecido una buena idea forzar ese ritmo.

DA: Luego de la experiencia con El alma se serena, ¿han considerado la posibilidad de publicar una obra de teatro para niños? Es un género poco desarrollado en la LIJ. ¿Qué opinas sobre ello?

VF: Ese libro es muchas cosas a la vez, y también es un experimento. No hay muchas experiencias de ilustrar libros de teatro, fuera de las fotos de la puesta en escena. Antes hicimos El paseo de Buster Keaton, de Lorca, con ilustraciones y diseño de Manuel Flores, aunque tampoco está destinado a los niños. Durante la Segunda República hubo en España un gran interés por el teatro, al que se dio una gran difusión y la consideración de arte revolucionario y verdaderamente popular. Deberíamos recuperar muchas cosas de esa época: al menos, la frescura y el espíritu lúdico, y el respeto con que se trataron las creaciones para los lectores más jóvenes. Hicieron teatro para niños (y libros de teatro), Antoniorrobles, Manuel Abril y Salvador Bartolozzi y Magda Donato, entre otros. Es cierto que hay todo un campo por explorar: algunos diálogos de Tono y Mihura, que merecen ser más conocidos, darían maravillosos libros de teatro para niños.

DA: Tras 17 años editando en Media Vaca, ¿ha cambiado tu concepción sobre el rol del editor?

VF: La verdad es que no. Siempre he pensado que hay muchas clases de editores, y eso es lo que voy viendo. Tengo la sensación, sí, de que la mayor parte de los nuevos editores, que suelen formarse con los editores grandes, adquieren de estos, de la manera más natural, argumentos y comportamientos que les animan a desarrollar una vocación de «grandes». Personalmente, echo de menos espacios de discusión sobre la labor editorial en los medios de comunicación y, en general, en la vida diaria, fuera de los lugares establecidos por las ferias comerciales.

DA: Sin duda la labor del editor es apasionante y conocer el trabajo de editoriales como Media Vaca resulta motivador. ¿Qué les aconsejarías a las personas interesadas en editar por primera vez?

VF: Lo primero, que consideren seriamente la publicación. No todo lo que se escribe o se dibuja tiene necesariamente que ponerse en un libro. Hay cosas que cuando se convierten en libros pierden su frescura y se estropean. Si después de pensarlo mucho, uno acaba convencido de que lo mejor es hacer un libro, pues adelante: hagamos todo lo necesario para que salga de la mejor manera. En primer lugar, convendría llevar a cabo una pequeña investigación sobre el lugar adecuado para publicar y sobre las condiciones en que la edición debe realizarse. Esa pequeña investigación es un trabajo muy serio que a veces lleva tanto tiempo y esfuerzo como la obra que hemos inventado. No hay que rendirse a la primera. Es importante saber que la falta de respuesta por parte de una editorial no implica necesariamente un no: lo más probable es que no haya personal para ofrecer una respuesta. Cuando nada ocurre, hay que insistir, y, al mismo tiempo, seguir buscando. Y si nos gusta escribir, y si nos gusta dibujar, no debemos desanimarnos ni dejar de seguir trabajando.

Imagen: Vicente Ferrer por Hermenegildo Sábat (dibujo realizado en una servilleta de papel en una cafetería de Valencia).

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