Una entrevista supergelatinosa
Media Vaca es una editorial distinta, como todas, claro, aunque mágica desde el primer contacto. En Media Vaca están cuidados absolutamente todos los detalles, esos por los que merece la pena guardar los libros, para más tarde sacarlos, detenerse frente a ellos, tocarlos, tenerlos… Como dice Vicente Ferrer, puede que sea porque este no es su mundo, él no se considera un editor («no me han enseñado, no valoro las cosas que valora un editor»). Será por una cuestión de prioridades, distintas a las de las prisas, las presentaciones y las de colocar ejemplares. O simplemente, porque en todo, siempre hay quien sorprende sin pretenderlo. Uno tiene la sensación, al hablar con Vicente Ferrer, de que abre el campo de la edición y resuelve sus libros del mismo modo que lo haría un artista en cualquiera de sus posibles campos.
Cuando decidí entrevistar a Vicente Ferrer se me planteó un problema: ¿Qué podía preguntarle que él ya no hubiese contado en la web de su editorial? (Ver www.mediavaca.com). Decidí entonces que era una buena idea preguntarle a través de los ilustradores que han trabajado con él. Así, Miguel Calatayud, David Pintor, Ale+Ale, Oliveiro Dumas, Javier Olivares y Max, me ayudan en esta entrevista que casi se parece a la conversación que fue.
Octavio Ferrero
Miguel Calatayud: «Cuando hacías aquellas hojas volanderas, las medias vacas, ¿pensabas ya en un futuro editorial, o fue la editorial producto de aquello?».
Vicente Ferrer: No, pues eran un fin en sí mismo. No eran medio para llegar a ninguna parte, al estado de ruina actual. En realidad, estos cuadernitos, son un folio doblado dos veces, con una grapa en el centro, que se convierte en un librito de ocho páginas donde seis son páginas, digamos con información, más una portada, más una contraportada que tiene los datos. Esas hojas volanderas se llaman «1/2 Vaca».
Primero hacía fotocopias, hacía tiradas de doscientos ejemplares. Pero era muy complicado que la persona de la fotocopiadora se tomara la molestia de encajar la cara A con la cara B de manera que cortara bien. Fui cambiando de fotocopiadora por toda la ciudad en una peregrinación muy graciosa. Luego ya las hice en offset. Pero hay una época en la que casi todas las hacía en fotocopia. Estuve probando con dos tintas, luego probé hasta tres tintas. La idea era que cualquier persona podía darme el texto que quisiera o sus dibujos: cualquier cosa que considerara interesante y que cupiera dentro de esas medidas, y yo hacía el cuadernillo. De los doscientos ejemplares, cincuenta eran para el autor, cincuenta eran para otros amigos y cien quedaban en unas cajas que se vendían a suscriptores. Treinta y tres números al año. El precio de suscripción era de 5.000 pesetas el primer año, 4.000 el segundo, 3.000 el tercero, 2.000 el cuarto, 1.000 el quinto y gratis a partir del sexto año, que es el año en que se acabó. Y era muy divertido porque, bueno, hay de todo, desde un niño de un año, hasta mi abuelo, que era el colaborador más viejo, que antes de morir hizo seis. Era un Internet hecho a mano. Tenía su encanto, porque proporcionaba sorpresas muy agradables.
OF: ¿Y cuál es el inicio de estas «medias vacas»?
VF: El inicio de esto es Antonio Fernández Molina, que es el autor de la primera: un amigo, poeta y pintor que tenía una necesidad de publicación extraordinaria. Es alguien muy prolífico que tenía muchos inéditos en cajones, que pensaba que se iba a morir de la noche a la mañana, porque era muy hipocondríaco, y que se iba a quedar inédita gran parte de su obra. Así pues, decidimos hacer esta colección.
La primera está hecha en un mantel de una casa de comidas de Madrid. Está todo dibujado y escrito en un mantel de papel que luego recortamos. Luego él hizo un montón más. Se lo comentaba a otros amigos, mucha gente llegó a través de él. Incluso hubo alguien que había escrito un artículo en prensa que salió en el periódico; luego lo escribió a mano para convertirlo en una 1/2 Vaca.
El hecho caligráfico también es interesante en estos cuadernitos. Por ejemplo, Lucebert, el pintor, poeta y fotógrafo holandés, hizo una 1/2 Vaca. No escribía en español, pero copió de su antología varios poemas, hizo dibujos originales y… fue gracioso porque copió también las erratas de la edición. Pero de mano del propio autor, lo cual tiene su punto.
Luego, hay gente que nunca había escrito nada, gente que nunca había dibujado. Pero por malo que seas escribiendo o dibujando, o por poco que tengas que decir, siempre hay algo que puedas decir en un espacio tan reducido como una hoja.
OF: ¿Cuál es la línea editorial de Media Vaca?
VF: Es mi gusto, no hay una línea editorial. Tiene que ver con una mezcla de cosas que me interesan, que no son siempre la ortodoxia. Me interesan tanto los tebeos como la literatura culta y, bueno, una mezcla entre lo popular y lo falsamente erudito también. Lo que es impostado, mentiroso, literario, teatral... La literatura está llena de esos personajes de la patafísica, de los juegos de palabras y de las bromas literarias. Y todo eso con las cosas hechas por artesanos del Art Brut, por niños, por locos, por personas no profesionales, por amateurs, que tienen siempre una visión distinta. Me interesan los márgenes de la oficialidad, de lo que todo el mundo lee.
OF: ¿Buscas tú mismo los proyectos o los escoges?
VF: En realidad me los invento. Pocas veces me quedo con lo que me llega. Hay cosas que sí, que a veces aciertan; justo aciertan no sólo con algo que yo haría en algún momento sino con algo que yo haría en ese momento, en el momento de recibirlo.
Mucha gente, cuando manda cosas, gente que conozco, me dice «este cuento que escribí voy a renunciar a publicarlo porque lo he enviado a tres editoriales y me han dicho que no». Y tres editoriales es nada. Lo que tienes que hacer, si tú crees en eso, es mandarlo a treinta o trescientas. Vamos, es un mínimo. Entonces ya tendrás una idea de si tu cuento encaja o no encaja en el mercado, pero tres no representa nada realmente. Incluso esas tres puede que no tengan interés ahora mismo en lo que tú les propones, pero quizá dentro de un mes o de un año sí. Así que tampoco pasa nada por insistir, tu cuento no caduca. Al final, las cosas que tienen valor trascienden más allá del momento actual.
OF: Al pasar algún tiempo después de una publicación y echar la vista atrás, ¿te ocurre aquello de decir «esto ahora lo haría de otra manera»?
VF: Sí, generalmente sí que me pasa. No pienso mucho en eso, no pienso mucho en los libros hechos. Soy maniático, pero hasta un punto. Sí que es verdad que luego, como pasa mucho tiempo desde que se inicia el proyecto hasta que el libro se termina, tengo las orejas y los ojos puestos en todo lo que tiene que ver con él, y veo y leo muchas cosas que están relacionadas con lo que estoy haciendo. Cuando el libro se produce no puedes evitar pensar: «Ah, si hubiese conocido esto antes, quizás podría haberlo utilizado para el libro». Pero no hubiera cambiado gran cosa.
OF: Es difícil, a veces, marcar el final de lo que estás haciendo…
VF: Pero se ve la evolución, claro. En realidad, yo he aprendido haciendo los libros, haciendo las «medias vacas» —los cuadernitos—, y antes, fanzines, publicaciones, algunas totalmente a mano, otras fotocopiadas. A veces hacía cinco o diez ejemplares. He aprendido haciendo esto, pero ahí no hay un punto final. Vamos, que igual vuelvo a algo más rústico dentro de poco, con menos aspecto industrial o producido. Puede que me interese más hacer un libro en caligrafía, escribirlo yo a mano con buena letra. O… No lo sé. Hay libros de todo tipo. Me gusta ver libros.
Pero pasa lo mismo con cualquier escritor, cualquier escultor, cualquier poeta, cualquier pintor que tiene que tomar distancia con lo que está haciendo de alguna forma. Es muy difícil hacer un buen trabajo cuando llevas mucho tiempo con el mismo trabajo.
OF: ¿Hay algún proyecto de muy larga duración?, ¿algo por ahí guardado que sigas madurando?
VF: Sí, hay libros con autores que están trabajando desde hace años. El libro sobre Buenos Aires con Diego Bianchi. Lleva… no sé, me da susto consultar los primeros intercambios de correos, las primeras veces que nos vimos para hablar de ese libro. Antes de este libro hubo otros dos que fuimos sustituyendo hasta que finalmente el libro es un libro sobre la ciudad de Buenos Aires. Por suerte, la ciudad de Buenos Aires seguirá existiendo cuando el libro esté terminado, que lo está, prácticamente… Pero ya no será como la que yo he conocido, por ejemplo.
Los autores que está utilizando Diego son referencias literarias de Buenos Aires, pero quizá para generaciones anteriores. Estamos trabajando con esos autores desde hace diez años posiblemente. Lo importante es que el autor del libro, el verdadero autor del libro, que es él, asuma eso. Y su trabajo sí es un trabajo contemporáneo. Él maneja esos materiales igual que maneja los materiales literarios, las palabras y los poemas. Igual que maneja los dibujos, recortes, papeles, pegatinas, etiquetas, con las que fabrica sus imágenes. En este caso, el texto es también imagen.
David Pintor: «¿Qué hubiese pasado si Media Vaca hubiese nacido en Francia?».
VF: Pues no sé, no tengo ni idea. Pero creo que probablemente yo no tendría mi propia editorial. Pienso que estaría trabajando para una gran editorial, o para varias editoriales, como director de una colección; o habría pasado por varios sitios, habría hecho varios libros pero no tendría esta editorial. Yo creo que el hecho de vivir en este lugar, que es un poco fuera del mundo… con esta ventana que da a un colegio y veo a los niños… Bueno, sé para quién trabajo. Dentro de todo, digamos que es una suerte poder estar haciendo los libros que quiero hacer, sin presiones del mercado. Francia es un gran mercado… Nuestra editorial, siendo pequeñita, ha ganado más premios en la feria de Bolonia que nadie… aunque eso aquí no tiene ninguna repercusión. En fin, en Francia eso tendría un valor.
Habría sido todo más cómodo en Francia, seguramente, pero no mejor. Quiero decir, que finalmente lo que yo quiero hacer lo estoy haciendo desde este lugar tan corrupto y tan insoportable, donde todo son trabas, donde nadie respeta a nadie. Espero que alguien se plantee «hay que ser inteligente para leer estos libros; por tanto, como queremos leerlos, hemos de hacernos inteligentes». Que sean, en fin, un estímulo para hacer lectores críticos.
Ale+Ale: «¿Cuál es la relación de tu editorial con el tema del "supergelatinoso"?».
VF: Ninguna, yo creo. Solamente la palabra me da escalofríos, pero nos divertimos mucho con esta historia. Es una anécdota que nos ocurrió en el castillo de Otranto. Había una exposición de esculturas de Dalí, y había un vídeo muy gracioso donde salía Dalí con un pobre hombre que trataba de preguntarle cosas. Dalí le estaba tomando el pelo pero de una forma escandalosa, y era muy gracioso. El periodista había llevado a Dalí como figura impertinente y lo que no esperaba es que se fuera a volver contra él. Esta fuerza un poco descontrolada de Dalí, que estaba en su salsa. El tema del supergelatinoso lo dice Dalí porque le pregunta por García Lorca, que era un tema un poco complicado para él, por la relación que hubo, que luego dejo de haber y las posiciones de cada uno. Entonces, cuando el personaje le pregunta por Lorca, Dalí salió con lo del supergelatinoso, que claro te deja… dices ¡olé!, cómo ha salido del tema para no decir nada y a la vez decir algo. Porque recuerdo que decía algo que podía ser considerado un elogio, y algo cariñoso.
OF: ¿Piensas que tus libros pueden definirse de esta manera?
VF: Sí, pero de la tapa dura, más que de la materia blanda. Sí, son supergelatinosos de tapa dura.
Oliveiro Dumas: «Vicente, para ti ¿está todo descubierto en el mundo editorial, o hay un libro que quisieras hacer pero nunca te has atrevido, bien porque no hay ilustrador capaz para ilustrarlo, bien porque no hay escritor capaz de escribirlo?».
VF: No, no hay un libro que no haya podido hacer. Al menos no me lo planteo así. Ni pretendo hacer cosas que sean imposibles ni pienso que haya autores a los que no se pueda acceder; creo, en principio, que todo el mundo es accesible. Tampoco creo que haya un autor que sea imprescindible; no los mitifico. No creo que haya autores que consigan cosas que otros no consiguen. Sí, quizá, en cuanto a las ventas, pero no creo que haya gente que escriba o dibuje muy por encima de los demás, porque no siempre funciona así. Los grandes autores, los grandes dibujantes, también meten la pata un montón de veces, lo importante es hacer buena pandilla: que en el momento en el que tú propones hacer al escritor y al dibujante un libro, se conjuguen las cosas como para que todos estemos trabajando en el mismo sentido. Que tengamos el mismo libro en la cabeza y unamos fuerzas; que no vaya cada uno por lo suyo, de alguna forma.
Libros raros he hecho, y estoy haciendo los más raros de mi vida en esta época seguramente; y, bueno, van haciéndose poco a poco. Otra cosa será venderlos luego y que alguien los estime. Pero es un tema menor: si no disfrutamos haciendo los libros, todo lo demás no tendrá ningún sentido.
Javier Olivares: «¿Cómo es el proceso de uno de tus libros? ¿comienzas siempre por escoger un texto y después al ilustrador ideal, o alguna vez te ha ocurrido lo contrario: buscar un texto adecuado para un ilustrador con el que quieres trabajar?».
VF: Pues las dos cosas… Bueno, en primer lugar me interesaban los textos, y tenía más información sobre los textos. Después, he ido teniendo mucha información sobre los ilustradores y he visto muchas cosas. Entonces es fácil que se me ocurra, al ver el trabajo de alguien, otro libro en el que no habría pensado si no hubiera conocido ese trabajo. Si no existiera el ilustrador, no existiría el libro. Me interesan las ideas que los ilustradores ponen en juego. Estoy en general muy satisfecho con la gente con la que trabajo porque se toman mucho interés por lo que hacen. Llevan a cabo un trabajo de investigación que yo creo que no está pagado en absoluto. Y, por lo tanto, son muy generosos.
Max: «Si pudieras encargar un libro nuevo, contando con autores de todas las épocas y de todo el mundo, ¿Cuál sería tu tándem escritor/dibujante soñado?».
VF: Por suerte no sueño con estas cosas, lo pasaría mal. Puestos a imaginar —y ya que estamos, apuntando alto—, juntaría a Miguel de Cervantes y a Gustave Doré, a ver qué eran capaces de hacer juntos. Por separado, uno se inventó a Don Quijote y otro le puso cuerpo y cara. Trabajando en común, no deberíamos extrañarnos si el resultado fuera una obra ridícula, o, peor, algo que ya conocemos.
Entrevista de Octavio Ferrero publicada en el número 12 de Opticks Magazine (marzo de 2013). La ilustración que acompaña al texto es una felicitación de Ale+Ale realizada en 2009.