A los futuros autores

Aunque la editorial es pequeña y no demasiado conocida, recibimos un gran número de comunicaciones desde hace años –sobre todo a través del correo electrónico– que nos resulta imposible atender. Este mensaje, al que queremos darle el carácter de una carta abierta, no es sino una carta de disculpa dirigida particularmente a quienes nos han escrito a lo largo del tiempo sin obtener respuesta por nuestra parte.

Lamentablemente, las tareas de producción, administración, promoción y venta necesarias para sacar adelante este negocio de libros, son más que suficientes para tener a dos personas trabajadoras ocupadas las veinticuatro horas del día durante los 365 días del año. Hay tanto que hacer cada día que no nos es posible contestar ni siquiera para saludar los mensajes recibidos.

Me entristece, y hasta cierto punto me avergüenza, no poder dedicarme a redactar unas pocas líneas personalizadas que, estoy seguro, mucha gente espera; y lo siento aún más en los casos en que los comunicantes demuestran conocer nuestros libros y envían propuestas que parecería razonable asociar con el fondo de la editorial.

Quisiera decir desde este lugar (mensaje en una botella con tono ligeramente desesperado) que, aunque no contestemos a los mensajes, siempre revisamos todo lo que nos llega porque consideramos que forma parte de nuestras obligaciones; incluso cuando, como es nuestro caso, el catálogo se compone sobre todo de proyectos propios iniciados desde la editorial. También quiero decir que en alguna ocasión (exactamente en tres ocasiones) sí hemos publicado un libro que nos ha llegado prácticamente hecho, remitido por una persona desconocida, y también en esos casos hemos tardado bastante en dar una respuesta; seis meses la primera vez, tres meses la segunda y algo más de tres semanas la tercera (no vea nadie aquí un progreso: no hemos ganado en eficacia ni disponibilidad, es simple casualidad).

¿Hay unas instrucciones para enviar manuscritos, muestras de ilustraciones o propuestas de libros? Algunas personas nos lo han preguntado. Cuando he podido responder, nunca he dado una respuesta única. Desconozco cómo trabajan otras editoriales, pero si unos acuerdos sencillos pueden facilitar el trabajo y la vida de todos, habría que pensar en establecerlos.

¿Qué pide el editor a los autores que llaman a su puerta? Obviamente, una dosis generosa de paciencia. Y junto con la paciencia, perseverancia, bonita virtud que adorna corrientemente a un número demasiado corto de los aspirantes a autores, pero tan importante como la paciencia. Anterior a la paciencia y a la perseverancia es la inteligencia práctica, lo que se ha llamado siempre sentido común y que todos sabemos hasta qué punto escasea.

En el caso de los autores interesados en publicar, esta inteligencia práctica debería manifestarse en unos pocos puntos que enumero.

1. Es necesario saber dónde se envían las cosas, porque no todas las editoriales son iguales ni publican lo mismo, y porque el trabajo (y la molestia) de seleccionar aquellos lugares que uno considera más adecuados para sus creaciones corresponde en primera instancia al autor. No es una buena idea pues enviar un libro mediante un mensaje colectivo a una lista larguísima de editoriales pensando que de esa forma ampliamos nuestra posibilidad de obtener una respuesta, porque más bien suele ocurrir todo lo contrario.

2. Tampoco es una buena idea enviar por correo electrónico archivos muy pesados (más de 1Mb en nuestro caso) o muchos archivos dentro de un mismo mensaje (lo que ralentiza su recepción) sin haber solicitado previamente permiso para hacerlo. En bastantes ocasiones, el envío de materiales de estas características ha provocado el bloqueo del programa que gestiona el correo, y se me ocurre que ésa no es una buena forma de darse a conocer.

3. Cuando se trata de proyectos concretos, está claro que lo más eficaz es hacerlos llegar, de manera completa o escogiendo un fragmento, por la vía más conveniente (a veces una llamada por teléfono soluciona muchas dudas sobre el particular); en el caso de los ilustradores, solemos aconsejar, más que el envío de una colección de cosas, el de una muestra representativa. El envío masivo de materiales (tanto dibujos como fotografías o textos), que suele producirse con tanta frecuencia, resulta innecesario cuando el autor o la autora dispone de una página web o de un blog al que se puede acudir para ver sus trabajos. El enlace a una página personal puede ir acompañado de una pequeña muestra a modo de tarjeta de visita o recordatorio para provocar la curiosidad del editor.

4. Al mismo tiempo que me quejo por algunos excesos que se cometen en las comunicaciones por correo electrónico, debo decir que nos alegra comprobar que se siguen enviando cartas por el correo tradicional y que hay todavía quien escribe, lee y manipula papeles. Agradezco las muestras impresas, aunque no sean de gran calidad, y también los discos CD o DVD conteniendo una selección más amplia de muestras; son de gran utilidad. En ningún caso, y es algo que afortunadamente casi nadie hace, debe enviarse material valioso que pueda extraviarse o que haya que retornar, como encuadernaciones costosas o dibujos y pinturas originales.

Sólo nos queda añadir: Gracias por vuestra paciencia, gracias por insistir, gracias por pensar en nosotros como editores de vuestros libros.


Imagen: La voz de su vaca, por Arnal Ballester.