La colección Ea! en el Kiosco Media Vaca
La tarde del viernes 25 de octubre, el Kiosco Media Vaca se transforma. El mostrador ha desaparecido tras las cortinas y la estancia se ha llenado de sillas blancas. Aunque fuera ya está anocheciendo, la luz cálida se escapa por la puerta abierta y da la bienvenida a las familias que van llegando. Niños, padres y abuelos entran en la librería. Silvia Millán los recibe con abrazos y sonrisas. Se reencuentra con los que ya conoce y se presenta ante las nuevas caras. Alejandro Comrayo sigue colocando asientos mientras varias voces preguntan por Adrián. Parece que no ha podido venir al encuentro.
Las sillas se van ocupando, aunque los más curiosos se acercan para mirar las estanterías. Algunos solo se detienen a observar las portadas. Los más valientes se atreven a tomar los libros entre sus manos, pasan las páginas, leen algún párrafo y después vuelven a colocarlo en la balda. Los ejemplares quedan a la espera de ser descubiertos por otro visitante.
Lo que más llama la atención es la mesita donde quedan expuestos los cuadernos hechos por los niños. Sus autores los cogen en cuanto descubren que están ahí. Los hojean, enseñan sus dibujos y recuerdan anécdotas del día en que los hicieron. Buscan a sus familiares y los llevan para mostrárselos.
El Kiosco se sigue llenando. Las distintas conversaciones comienzan a resonar por la estancia: «¿Qué peli de terror vamos a ver esta noche?», «¿conoces esta galería de arte?». Álex y Nicolau ocupan dos sillas de la última fila. Comentan todo lo que ocurre, hablan con quienes se acercan y se gastan bromas entre ellos. Olmo va de acá para allá. Saluda a todo el mundo y enseña ilusionado su cuaderno. Celeste ha venido con su hermana, ambas miran absortas las estanterías. Ari prefiere quedarse con su familia, de vez en cuando se levanta y echa un vistazo a alguno de los libros que quedan a su alcance.
Son más de las siete cuando Silvia y Alejandro se sientan frente al público. Dan las gracias, se presentan y la actividad comienza. Explican en qué consistió el taller que hicieron en verano: los niños iban a formar parte del proceso de hacer los libros, rompiendo de alguna manera eso de «se hacen muchos libros para niños, pero sin los niños». Querían que los participantes se acercaran a los libros desde la creación, alejarlos de la idea de tener que leer por obligación. Defienden que las escuelas deberían de tener más en cuenta los libros hechos por niños, para que la lectura no fuera solo una imposición.
Confiesan que al final ellos fueron casi meros acompañantes, Olmo, Ari, Celeste, Nicolau, Álex y Adrián hicieron prácticamente todo. Algunos prefirieron dibujar, otros se sintieron más cómodos escribiendo; y así crearon una colección de seis cuadernos llamada Ea! El título, explican, es una llamada a la acción. Porque también querían promover la idea de colectividad: Unirse todos para hacer algo y que el resultado no se quedara en un cajón. Que fuera algo físico, resultado del trabajo hecho.
Junto a Silvia hay una pizarra que todavía conserva los dibujos que hicieron en verano durante el taller. Cuentan la historia de un gato que está a punto de ser aplastado por un piano. Padres y niños ríen, unos al descubrir la anécdota y otros al recordarla. También se conservan los deseos que fueron la semilla de los cuadernillos. Porque ese era el tema principal; los deseos y cómo un genio podría acabar dándoles la vuelta.
Cuando Ari sale a recoger su cuaderno, esboza una sonrisa casi tan brillante como los aritos que le adornan las orejas. «Paula y su gran deseo» se lee en la portada azul. Lo enseña mientras le hacen una foto y recibe un gran aplauso. La siguiente es Celeste. Sonríe más tímidamente, pero aun así muestra «Las aventuras de Bond» con orgullo. El siguiente es Olmo, ya ha enseñado su obra «Deseo tener el poder de los elementos» a la mayoría de asistentes, y con la misma ilusión lo sostiene ante la cámara mientras lo fotografían. Nicolau se levanta de su sitio junto a Álex y avanza confiado entre el público. Parece relajado mientras se sienta al lado de Silvia, bromea, le toman la foto y vuelve con «Los cacho panes» entre las manos. El último es Álex, que imita a su amigo y también se sienta para recoger su cuaderno. Sus orejas se tiñen del mismo rosa que colorea las letras de «Los cerdos gobiernan».
El reparto de cuadernos termina y todos los niños vuelven a salir para hacer una foto grupal. Se distribuyen entre el suelo y las sillas, sonríen; primero dicen un tímido «Ea!», y luego lo gritan con más fuerza. La presentación acaba con una ronda de aplausos y la promesa de bizcocho y zumo para todos.
Edu va haciendo fotos. De vez en cuando se escucha un clac clac, el sonido que delata que un nuevo instante ha sido capturado. Se presenta, choca las manos con los niños. En un momento, Nicolau y Álex consiguen que su cámara quedé abandonada en una esquina. Ahora las manos de Edu sujetan los cuadernos que han hecho ellos. Insisten para que se quede una copia de sus obras.
Alejandro y Silvia sirven la merienda prometida a todo al que se acerca a la mesa, y después llevan los platos llenos de bizcocho a los que no se atreven a pedirlo. La comida se acaba, y el volumen de las conversaciones va bajando conforme la sala se vacía. Vuelve a haber besos y abrazos, esta vez de despedida. Ahora las voces dicen «gracias por todo» y «ya nos veremos». La posibilidad de volver a reunirse ha quedado abierta, tal vez para un nuevo taller, aunque esta vez solo vaya a durar un día.